LOS DILEMAS DEL GOBIENRO
LOS DILEMAS DEL GOBIENRO
AFIANZAR LA CUARENTENA PARA SALVAR VIDAS O TERMINAR POR MATAR A LA ECONOMIA Y AL TRABAJO
La guerra contra la pandemia está perdida. Se sabía desde su comienzo mismo, el punto estriba en determinar cuál será el costo final en vidas humanas que tendrá la enfermedad en el país y en nuestra provincia. Los más de 160 días de cuarentena y aislamientos preventivos le permitieron al estado robustecer los sistemas de internación a la espera de un escenario que finalmente parece haberse prefigurado. El pico de la pandemia ha desencadenado una escalada casi incontrolable de contagios en la provincia y de seguir de esta manera el sistema sanitario podría saturarse en poco más de un mes. Venado Tuerto cuenta con el 90% de ocupación, el propio director del Hospital Cullen ha advertido a la población sobre la necesidad de tomar todos los recaudos en un desesperado intento de concientización social ante un panorama que puede resultar catastrófico para el sistema sanitario provincial. La curva de contagios nunca se detuvo, estuvo amesetada mientras duró la cuarentena dura pero volvió a dispararse cuando el gobierno dejo a la ciudadanía la responsabilidad de respetar ciertos cuidados esenciales que finalmente no se cumplieron.
El dilema es muy claro. Si el gobierno no interviene el sistema podría saturarse lo que provocaría índices de muertes tanto o más altos que los países europeos durante el peor momento de la enfermedad. Por el otro, los retrocesos y las restricciones de actividades sociales y comerciales asfixian a una economía destruida por la hiperinflación, la timba financiera y el sobre endeudamiento herencia directa de los lineamientos neoliberales de la gestión Cambiemos. La sociedad parece haberle perdido el respeto a la enfermedad en el peor momento posible lo que potencialmente podría tirar por la borda todo el esfuerzo hecho por las autoridades y la propia sociedad durante todos estos largos meses. La necesidad de trabajar es completamente entendible pero el mundo en el que vivimos ya no es el mismo. La anhelada reactivación se vuelve imposible en estos nuevos contextos plagados de miedo, muerte e incertidumbre que deja a la economía y al trabajo en niveles cercanos al colapso similares a los índices previos a la implosión económico – social del 2001. No hay manera de ganar.
LA MUERTE Y LOS FESTEJOS DE LOS MEDIOS
Las consecuencias de la pandemia han sido el botín de guerra de las grandes corporaciones mediáticas que han declarado la guerra al gobierno desde el momento mismo de su asunción. Como los representantes de una oposición cada vez más radicalizada y desquiciada construida por sus propios mecanismos alienantes, para el sentido común de sus sectores cautivos es común escuchar, por ejemplo, que las vacunas se fabricarán con fetos de bebes abortados, que la libertad de expresión y prensa corren peligro, que la pandemia no existe y los muertos tampoco, que se insertaran chips para controlar a las personas, que es necesario tomar las calles para defender la republica en peligro ante el inminente avance comunista, en este contexto, no hay manera que las políticas del gobierno puedan satisfacer sus delirios paranoides. Mientras la cuarentena fue rígida Clarín promovían la desobediencia civil por considerarla una medida lesiva de las libertades individuales propias de regímenes totalitarios al extremo de desempolvar viejos fantasmas de categorías conceptuales propias de la guerra fría como el peligro de una oleada comunista que se apoderaría de la nación más en riesgo que nunca. Simultáneamente, frente a la posibilidad de registrarse más de 10 mil contagios diarios celebran esas estadísticas ávidos de que el país se ubique entre las regiones con mayores índices de contagios y muertes en el mundo. Lo necesitan, su modelo está basado en la muerte. Necesitan fogonear el caos y la muerte como su ya bien conocida estrategia de desestabilización con el que buscan atacar al gobierno y degradar su legitimidad social y democrática.
Hoy más que nunca la lucha por el sentido común es más clara que nunca. Por un lado, el gobierno y su necesidad de preservar la vida, reactivar la economía y llevar sosiego y tranquilidad a una sociedad hastiada por la enfermedad, mientras que, por el otro, las arremetidas golpistas y desestabilizadoras de la derecha opositora que se valdrá de cada acción de gobierno para sembrar caos, confusión y violencia que hagan ingobernable al sistema político mismo. Tener en claro este esquema de situación será clave para salvaguardar las instituciones y a la propia democracia en nuestro país.
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